martes, 3 de febrero de 2015

La travesía del cambio radical: Recorrido de Ernesto "Che" Guevara por Latinoamérica.


MARCO HISTÓRICO

   El contexto histórico del primer viaje del Che, y el posterior que lo incorpora a la Revolución Cubana tienen relación con el contexto actual. Entre 1940 y 1950, en América Latina se había producido una competencia entre Inglaterra y Estados Unidos.
   Inglaterra apoyó las revoluciones que se hicieron contra la colonización española en el siglo XIX y tenía pretensiones hegemónicas sobre América Latina. Sin embargo, Estados Unidos también las tenía. Al resolver sus contradicciones internas, tras la Guerra Civil entre el Norte y el Sur (1865), empieza a delinear su política internacional, concluyendo que América Latina tenía que ser “su patio trasero” y que era fundamental lograr la dependencia de sus gobiernos, fundamentalmente dictatoriales, que negaban las libertades individuales. Esto lo impone vía la acción diplomática y política y también por la vía militar, porque durante las décadas del 10, 20 y del 30 se produjeron centenares de invasiones norteamericanas a América Latina. Por ejemplo, Nicaragua estuvo ocupada más de 15 años, Haití cerca de 20 años, así como Guatemala y la República Dominicana.
 
   Este dominio norteamericano, muy consolidado sobre todo en Centroamérica, logra sintetizarse en la década del 30 y del 40, después de la Guerra. Como gobiernos dictatoriales aparecen los famosos Pérez Giménez en Venezuela; Maximiliano Enríquez -quien reprime la revolución democrática que dirige Farabundo Martí- en El Salvador en 1932; Somoza (padre) -que reprime a Augusto César Sandino- en Nicaragua; Trujillo en la República Dominicana; Rojas Pinilla en Colombia. A lo largo de toda América Latina se imponen dictaduras pro norteamericanas que reprimen a los movimientos democráticos.

   El lugar en que más difícil se presenta esta contradicción entre Estados Unidos e Inglaterra es en el sur del continente, fundamentalmente en Argentina, donde las clases dominantes, a partir de la década del 80 (siglo XIX) tenían una gran ligazón ideológica y cultural con Inglaterra. Incluso en la década del 40, antes del 17 de octubre, los gobiernos de Ortiz y Castillo presumían que la Argentina era la “diadema mimada” de la Corona británica. En esa disputa con Inglaterra, más difícil le fue a Estados Unidos consolidar su dominio en nuestro país; y algo similar sucedía paralelamente también en Chile y en Uruguay.

   Esta es la América Latina que encuentra el Che. Cuando el Che Guevara sale a recorrer América, no tenía una vocación política. En realidad tenía una vocación social y humanitaria. Pensaba que debía recibirse de médico y ponerlo al servicio de la sociedad. Incluso llegó a pensar en quedarse en un leprosario en Perú. Ese era su objetivo, y en el camino se encuentra con la situación de hegemonía norteamericana, dictadores en distintos países; pero que en todos lados existía lucha anti imperialista.

   Una batalla muy importante para la historia del movimiento revolucionario de América Latina empezó en Bolivia. En 1952 se produce en Bolivia una confrontación entre la vieja oligarquía de Patiño, del estaño boliviano, que mantenía dominado al país y los campesinos y mineros. Estos se organizan y producen una revolución que fue la primera en América Latina, que derrota a un ejército profesional y lo disuelve. La revolución boliviana de 1952 disuelve el ejército y conforma otro con mineros y campesinos.

   Uno de los primeros lugares que llega el Che es Bolivia. Se encuentra en medio de esta revolución. Una revolución compleja, que a la vez era profunda porque planteaba la reforma agraria de entrada, nacionaliza las minas y expropia a la oligarquía; y al mismo tiempo generaba situaciones que algunos sectores de izquierda interpretaban como fascistas, como algunas manifestaciones nacionalistas no muy bien comprendidas. Incluso, en Argentina no hubo movimientos de apoyo a la revolución boliviana. El apoyo fue dado por el gobierno que ejercía en ese momento Juan Domingo Perón.

   Sigue su viaje y llega a Ecuador. Se queda un tiempo. Había allí un gobierno de tipo pro imperial, pero más democrático, que había aceptado a muchos exiliados argentinos. Muchos jóvenes universitarios contrarios al gobierno de Perón. Allí conoce a Hilda Gadea, su compañera peruana. Y en su segundo viaje sigue hasta Guatemala. En aquel país se produjo otra lucha, en el marco de esta América Latina de dictadores. En Guatemala se produjo un golpe revolucionario, encabezado por dos coroneles: Arévalo y Jacobo Arbenz. Se había iniciado en Guatemala un proceso impresionante. Estamos hablando de 1947, plena posguerra, plena guerra fría. El imperialismo estaba en su mejor momento, porque Estados Unidos había perdido muy poco en la Segunda Guerra Mundial. Allí perdieron en realidad los países europeos, sobre todo la Unión Soviética.

   El Imperio estaba en pleno auge. Centroamérica, donde se explotaban las grandes plantaciones de banana, estaba en manos de la United Fruit. Esta empresa ponía y sacaba gobiernos. Arévalo encabeza la revolución popular, establece la reforma agraria e inicia un proceso de organización y transformación de una sociedad profundamente polarizada. Para que se den una idea, Guatemala tenía casi un 70 % de población indígena, descendientes de una de las grandes culturas de los pueblos originarios.
   Jacobo Arbenz inicia un proceso de recuperación de los derechos de los pueblos originarios. Al mismo tiempo expropia a la United Fruit e inicia una gran reforma agraria. Esto provoca la reacción norteamericana, y empieza la CIA a trabajar en un golpe militar. Es aquí que llega el Che en el '54. Se encuentra con esa Guatemala en plena ebullición. Se produce la invasión y el golpe de Patricio Armas. Con un ejército preparado por la CIA derrota a las fuerzas revolucionarias. El Che se propone organizar la resistencia civil. No lo logra. El aparato de la CIA era impresionante, estaba el ejército norteamericano. El único país que se solidariza con los revolucionarios guatemaltecos es Argentina. 200 exiliados fueron recibidos por el gobierno de Perón, que apoyó a Jacobo Arbenz.
   En esa década se produce la revolución argelina, comienzan los procesos de liberación de los países árabes, aparecen dirigentes como Patrice Lumumba y otros líderes de los movimientos independentistas del Tercer Mundo.
   El Frente Sandinista de Liberación Nacional, combatía contra Somoza hijo. Recuerden que el viejo Somoza fue ejecutado por el poeta Ricardo López Pérez en 1953. De la misma manera se organiza el Movimiento Democrático de la República Dominicana, con apoyo de Cuba. Otro tanto ocurre en Guatemala. Se inicia un proceso de liberación en Perú, que encabeza un cuñado del Che, Ricardo Gadea, junto con De la Fuente Uceda y con restos del MIR, que habían salido de viejas formaciones revolucionarias del Perú. En Venezuela aparece un movimiento con los hermanos Machado. Todo estaba en ebullición.
   En síntesis, el Che se encuentra con una América Latina postrada, donde el imperialismo había logrado hacer realidad su proyecto de convertirla en el “patio trasero”, y donde se habían impuesto gobiernos dictatoriales. Y desde ese pequeño lugar como es Cuba, comienza a generar un proceso revolucionario que cruzará las décadas del 60 y del 70.

RECORRIDO DEL CHÉ POR LATINOAMÉRICA


   Cuando Ernesto Guevara pierde su trabajo en Buenos Aires en la marina mercante, y pese a que todavía se encontraba estudiando medicina en la Universidad de Buenos Aires, decide viajar hacia Córdoba para visitar a su novia María del Carmen "Chichina" Ferreyra. De paso aprovechó para reencontrarse con los hermanos Granado, amigos de Ernesto. En aquella visita a la provincia central de Argentina, Ernesto Guevara planeará una de las aventuras que marcará definitivamente el perfil que tomará su vida. Por eso, conjuntamente con su amigo de la infancia Alberto Granado decide recorrer cinco países sudamericanos montados en una motocicleta Norton de 500 centímetros cúbicos de cilindrada a la que terminaron llamando "La Poderosa II". Hacia fines de 1951 los jóvenes se lanzaron a la brillante aventura.
   Alberto Granado y Guevara salen de Córdoba hacia Buenos Aires donde se despedirán de los padres de Ernesto. Celia De la Serna le pide a Alberto que traiga al Che de vuelta sano y salvo, para que pueda terminar su carrera de médico en la UBA. Un tercer tripulante se suma a la aventura, y se trata de un cachorro de perro de policía, al que el Ché bautizó con el nombre de "Comeback" y que será el regalo de despedida que el joven le entregará a María del Carmen, su novia, antes de su partida. Que el Che le haya puesto "regreso" al presente que entregaría a su novia, indica su intención de regresar algún día, aunque es evidente que algo en él necesita, por algún llamado desconocido que no alcanza a comprender del todo, lanzarse a la aventura, conocer, probar su capacidad frente al asma, su resistencia, su respuesta ante las dificultades extrema, etc.
   La próxima parada será Miramar, una playa en el litoral atlántico argentino, donde "Chichina" toma sus vacaciones. Ernesto quiere despedirse de la primera y quizás única mujer que realmente amó en su vida. La relación con "Chichina" está documentada por la mano del Che. Ninguna otra relación amorosa de Ernesto ha sido descrita y expresada con tanta claridad como la que él vivió con María del Carmen Ferreyra. Quizá las experiencias en combate, o las responsabilidades políticas que tuvo que asumir, o los cargos públicos que lo pondrían frente a los ojos de miles de personas, no se lo permitieron. Lo cierto es que Ernesto amó sin reservas a María del Carmen Ferreyra.
   El joven Ernesto Guevara pensaba quedarse tan sólo dos días en la ciudad balnearia y así partir recién a la semana. Él presiente que el final del noviazgo con "Chichina" está cercano, pero se resiste interiormente a la ruptura amorosa e incondicional. De Miramar a Bahía Blanca y de allí a la cordillera, así fue su recorrido. Pasaron unos días en Bariloche, donde el Che recibe una carta de María del Carmen anunciándole la finalización de la relación. Ernesto se conmovió por la noticia.
   El 14 de febrero de 1952 los amigos cruzan la frontera con Chile. El asma no deja tranquilo a Ernesto que debe trabajar para pagar el cruce en barco hacia el país limítrofe. Del lado chileno, los jóvenes ponen rumbo a Osorno montados en su "Poderosa II" que ya comienza a darles dolores de cabeza. En Tenuco, Ernesto y Alberto sufren un accidente en el que "La Poderosa II" se parte al medio. Por ello, deciden gastar todo el dinero que les quedaba, en repararla.
   Al llegar a Santiago de Chile, la motocicleta Norton se rinde y queda abandonada en medio de la soleada capital transandina. Sin dinero y agotados por el viaje, Ernesto Guevara y Alberto Granado se esconden en los baños del buque "San Antonio" que los transportará a Antofagasta. Fueron descubiertos y tras ello, también obligados a trabajar en la cocina hasta llegar al puerto de destino. En Arica, los jóvenes se despidieron finalmente de Chile el 23 de marzo de 1952.
   Ya en Perú, los amigos tuvieron que caminar hasta la ciudad de Cuzco. Pasaron la primera noche en la casa de un campesino que se apiadó del cansancio de los jóvenes. A la mañana siguiente viajaron en tren, en camiones y algunos autobuses ruinosos repletos de "cholos", continuando su viaje hacia la ciudad sagrada de los Incas. Los jóvenes argentinos fueron descubriendo paso a paso la miseria y la gran segregación racial a la que era sometido el campesinado peruano de la década de 1950. Recorrieron el lago Titicaca y arribaron, con los estómagos vacíos y las espaldas rotas, a la milenaria ciudad de Machu Picchu. En su diario de viaje, Ernesto describe la zona arqueológica peruana con metáforas e imágenes que no repetirá en otros pasajes del escrito. Una realidad muy distinta espera a los amigos en el leprosario de Huambo. Allí conocerán el infrahumano lugar en el que viven los internados de aquel hospital miserable que se mantenía gracias a la ayuda de un grupo de vecinos. Camino al leprosario, al que arribaron el 14 de abril de 1952, Ernesto sufría un ataque de asma que ni siquiera cuatro inyecciones de adrenalina pudieron detener. En Lima, la capital del Perú, el médico Hugo Pesce les consiguió alojamiento en el Guía, que era un centro de atención a leprosos, administrado por un grupo de monjas salesianas de aquella región del Perú.
   En Pucallpa, a bordo de la embarcación "La Cenepa", Guevara y Granado comenzaron la travesía por el Amazonas peruano. Los acompañaría una chica que, según el diario de viaje del Che, compartió conversaciones y cama con los dos amigos. Llegaron a San Pablo donde trabajaron unos días en otro leprosario. De allí, en una balsa de troncos con una choza clavada en su centro que construyeron los enfermos del hospital, a la que llamaron "Mambo Tango", los jóvenes argentinos continuaron su viaje a través del gran río sudamericano. Navegaron durante días disfrutando del exuberante paisaje de la selva. Guevara y Granado se quedaron dormidos y derivaron sin rumbo llevados por la corriente. Al despertar advirtieron que estaban en territorio brasileño. Cruzaron el río a Colombia y tomaron contacto por casualidad con el gerente del Independiente Sporting de esa ciudad fronteriza. Los jóvenes fueron contratados como entrenadores del equipo. Más tarde el Che jugó como arquero y Granado, apodado "Pedernerita", de delantero. Al poco tiempo, con el dinero que cobraron por los servicios en el Sporting, partieron hacia Bogotá.
 

"En Pucallpa, a bordo de la embarcación "La Cenepa", Guevara y Granado comenzaron la travesía por el Amazonas peruano."

Che Guevara (arquero) y Granado (delantero), jugaron para el Independiente Sporting de Colombia.


   La dictadura de Laureano Gómez había militarizado la capital colombiana, por lo que Guevara y Granado fueron detenidos por la policía que amenazaba con deportarlos cuando Ernesto, con la intención de dibujar un mapa en la tierra, sacó un cuchillo de entre sus ropas. El Che, lejos de aceptar el decomiso del cuchillo, reclamó su devolución en varias oportunidades ante las autoridades policiales. Los problemas con los uniformados continuaron y los amigos decidieron abandonar el país. Colombia dejó una mala impresión en los argentinos, que no comprendieron la actitud policial, pero menos el comportamiento de la gente que les recomendó constantemente que no se metieran en problemas con los “cuidadores del orden”, la policía.

   Ernesto Guevara y Alberto Granado cruzaron la frontera hacia Venezuela por el río Tachira. La falta de dinero no fue el principal problema que debieron afrontar, porque se sumó el asma de Ernesto que lo acosaría en forma permanente. Los jóvenes han discutido varias veces la posibilidad de que el Che regrese a Buenos Aires. Guevara decidió intentar una conexión con un pariente que transportaba mercancías entre la capital argentina y Caracas, y que podría facilitar el regreso en avión. Granado, por su parte, consiguió un puesto como médico en un leprosario de la capital. Si el Che no lograba ser transportado, los dos amigos continuarían el viaje hacia México. Ernesto se llegó a contactar con su tío y éste le facilitó el regreso. El Che debió obtener la Visa de entrada a los Estados Unidos, pues el avión en el que viajaría, cargado con caballos, estaba obligado a hacer un día de escala en Miami. La escala se transformó en tres semanas de permanencia en territorio de los EE.UU., producto de un desperfecto en uno de los motores del aeroplano. Finalmente Ernesto Guevara aterrizó en el aeropuerto argentino de Ezeiza, recibido por familiares.

   La experiencia acumulada en el viaje dejó profundas huellas en Ernesto. Desde su regreso a Buenos Aires comenzó a interesarse más en la política. Su diario de viaje terminó con una frase premonitoria. El Che afirmó: "Estaré por el pueblo (...) asaltaré las barricadas y trincheras, teñiré en sangre mis armas, loco de furia, degollaré a quien vencido caiga en mis manos”.

   El Che se lanza a una loca carrera contra el tiempo por la obtención de su  título de médico. El 11 de abril de 1953 lo consigue. Llega a rendir más de diez materias anuales para lograrlo. Viaja a Córdoba donde Ernesto Guevara se encuentra con María del Carmen Ferreyra, en la villa "La Malagueña" donde juega una última carta en el intento de permanecer junto a esa mujer que significó tanto en su vida; el joven Guevara repite su proposición matrimonial y es rechazado nuevamente. Ernesto toma la decisión de seguir viajando, aparte de su familia, ya no son muchas las cosas que lo atan a la Argentina.
   Un ataque de asma le da la bienvenida a Guevara en su llegada a Guatemala, gobernada por el coronel nacionalista Jacobo Arbenz, de tendencia liberal. Corría 1954 y el presidente enfrentaba la presión de los Estados Unidos, pero aun más, las acciones de prensa impulsadas por una de las corporaciones norteamericanas que poseía la mayor cantidad de tierras en el país, la United Fruit. Guevara igualaría las pretensiones políticas de Arbenz con las de Perón, tildándolos de populistas. Tras las recomendaciones de Hilda Gadea, una conocida de Rojo, Ernesto consigue alojamiento en una pensión de la calle Quinta, donde conoce al agregado comercial de la embajada argentina Sánchez Toranso, que en un futuro cercano resguardaría la supervivencia del Che en ese país durante el golpe militar. A la misma pensión se mudan Ricardo Rojo y Gualo García.

   Hilda Gadea, de origen peruano y militante del APRA, trabajaba en el Instituto de Fomento a la Producción, un organismo del Estado guatemalteco que apoyaba económicamente a los pequeños productores agrarios. Hilda, futura esposa del Che, llevaba en su sangre rastros indios. Fue, en comparación con Chichina Ferreyra, primer amor de Guevara, la cara opuesta de la moneda. Esta mujer era de baja estatura y ojos achinados, y estaba relacionada con la mayoría de los hombres importantes del exilio guatemalteco. Por su intermedio, Ernesto Guevara conocería a personajes como Ñico López, participante de los acontecimientos que rodearon el 26 de julio en Cuba: el copamiento del cuartel del ejército batistiano llamado Moncada. A López le había tocado en suerte atacar un destacamento militar, el Bayamo. La habitación de Ernesto en la calle Quinta se convertirá en poco tiempo en una especie de consultorio al que acudirá gran parte del exilio cubano en Guatemala, donde el médico argentino brindará atención médica gratuita, poniéndose a merced por primera vez de los cubanos guerrilleros.
   Ernesto partió hacia la frontera con El Salvador; la Visa se le vence y su deseo de andar se acrecienta. Antes de partir le prometió a Hilda que saldría y volvería a ingresar al país para que le sellen nuevamente el pasaporte y así prolongar su estadía en Guatemala. En Honduras le niegan la Visa para ingresar al país, y en unos días más el Che se encuentra nuevamente compartiendo tertulias con sus amigos exiliados en Guatemala. No consigue dónde vivir, pero sí un empleo como médico en el Centro de Maestros, adonde decide también mudarse para evitar los gastos que le ocasionaría el pago de una pensión.
   La caída de la revolución guatemalteca y la frustración de su proceso transformador representaron un duro golpe para las esperanzas de las fuerzas progresistas de Latinoamérica. Estos fueron, para Ernesto, momentos de decepción y derrota; pero al mismo tiempo consolidaron sus reflexiones acerca de la inseparable unidad entre latino americanismo y antiimperialismo, representando además una lección que contribuiría a depurar su conciencia política y que recordaría años después en un discurso ante un grupo de médicos cubanos: “Entonces, me di cuenta de una cosa fundamental, […] para ser revolucionario, lo primero que hay que tener es revolución. De nada sirve el esfuerzo individual, la pureza de ideales, el afán de sacrificar una vida al más noble de los ideales, si ese esfuerzo es de uno, solitario en algún rincón de América Latina, luchando contra los gobiernos adversos y las condiciones sociales que no permiten avanzar”.
   De esta forma llegó a México y al poco tiempo se reencontró con Nico López, el joven moncadista con quien había establecido lazos de amistad en Guatemala. A través de este revolucionario conoce a Raúl, quien lo presenta a Fidel Castro una fría noche de julio de 1955, al término del cual formó parte del grupo expedicionario que desembarcó en Cuba el 2 de diciembre de 1956.
 
Los viajes del Che Guevara a la Revolución.
   A partir de su inserción en el proceso revolucionario cubano y su posterior desarrollo hasta convertirse en uno de los principales líderes de la Revolución, la mirada del Che hacia el continente latinoamericano estaría teñida con una nueva perspectiva que le otorgaba la experiencia de vivir y protagonizar la construcción de una nueva sociedad. Las múltiples responsabilidades asumidas en los apenas seis años que transcurren hasta su salida hacia el Congo en 1965 lo ponen en contacto directo no solo con los impostergables retos que surgían a cada paso en ese complejo esfuerzo de transformarlo todo, que le obligaron a repensar el proyecto socialista desde las condiciones cubanas en particular y desde los países “subdesarrollados” en general. Reflexión crítica que puede asumir gracias a la consolidación de su pensamiento marxista –anti dogmático y creador- cuyo elemento fundamental es su concepción del rol consciente del sujeto como actor de los procesos de cambio; unido a la apropiación que hiciera de la cultura y esencia de la nación cubana, su proyecto de país, pospuesto varias veces desde las gestas libertadoras. Es también la oportunidad para relacionarse con otras realidades, tan distantes y a la vez tan similares de los países de África y Asia que recién intentaban fundar un camino propio a la liberación, sin olvidar el contexto de los pueblos latinoamericanos, y sus frecuentes contactos con los movimientos de liberación que comenzaban a emerger. Comienza entonces, desde aquella fría noche de julio de 1955, a transitar por una nueva etapa en la definición de su visión de América, que construiría ahora desde su práctica política en la experiencia de la Revolución y sobre la base de una crítica creadora del marxismo, para proponer nuevos elementos en el desarrollo del pensamiento y los proyectos de cambio que se han venido presentando en América Latina desde la primera independencia, de los imperios iberoamericanos a principios del siglo XIX, lideradas por José de San Martín y Simón Bolívar.